Cuando el desarrollo de nuestro bebé no suele ser del todo correcto y nuestro pediatra lo detecta es posible que nos sugiera una derivación con algún especialista, según las patologías que presente nuestro bebé.
El objetivo de una consulta con el otorrinolaringólogo, es controlar la buena audición y que no existan inconvenientes físicos que le impidan al pequeño aprender a hablar correctamente.
Por lo general existen factores de riesgo con éste tipo de predisposiciones, y dependiendo de la historia clínica de los padres, probablemente si el niño tiene antecedentes familiares de sordera, hermanos sordos, o la madre sufrió durante el embarazo infecciones como rubéola o toxoplasmosis, nos recomienden una interconsulta con el otorrinolaringólogo. También se suele recomendar cuando la madre abusó de drogas, medicamentos tóxicos para los oídos, en casos de bebés prematuros o con partos difíciles.
Los síntomas en los primeros meses, que hay que tener presente son sobre todo cuando el pequeño no reacciona frente a los sonidos estridentes, la voz de su madre o de su padre, y si llegado los 3 años padece de trastornos en su lenguaje. De todos modos en caso de haber dudas el primer mes de vida se le puede practicar una prueba para determinar si escucha bien, y realizar nuevamente una consulta en caso de no existir inconvenientes a los 4 o 5 años cuando el pequeño ingrese en su etapa escolar.