Por lo general las señales de este tipo de trastorno pueden pasar durante mucho tiempo desapercibidas, o ser consideradas por parte de los padres como algo transitorio, propio de la edad y no cabe la posibilidad de sospechar que algo no está funcionando del todo bien.
Pero debemos poner especial atención cuando:
- Nuestro hijo se resiste a iniciar una actividad nueva o tiene rechazo a los cambios.
- Padece de miedo a las críticas, ya sea de sus pares o de los mayores.
- Nos demuestra intranquilidad a la hora de comenzar con algo nuevo, como un deporte.
- No entabla nuevas amistades por miedo o dificultad para adaptarse.
- Tiene problemas de aprendizaje, y no presta atención en clases.
- En el cuerpo podemos ver que padece de síntomas como boca seca, respiración acelerada, necesidad constante de ir al baño, sudores, temblores, dolor de estómago, vómito, náuseas o fiebre.
- Sentimientos de angustia, pensamientos confusos, pérdida de la memoria, deseos de huir, pesadillas y temores nocturnos y expresiones negativas constantes como «no puedo», tal o cual cosa.
Como padres debemos prestar atención a todos estos síntomas, siempre debe hacer algún comentario positivo, para que el niño se sienta acompañado, practique con el niño técnicas de relajación que lo ayudarán a reducir los niveles de ansiedad, y no dude en realizar la consulta con el especialista pertinente.