La transfusión de sangre o de cualquiera de sus derivados (como el plasma, concentrados celulares, factores antihemofílicos, etc.) se ha convertido en una parte imprescindible en la actual asistencia sanitaria.
El acto voluntario de la donación de sangre constituye la única solución para el crecimiento de esta demanda, al mismo tiempo que representa una actitud responsable y solidaria.
Pero alentar las campañas de promoción de este gesto solidario por un interés comunitario incluye también la necesidad de difundir los beneficios que esta práctica le trae al propio donante.
Toda persona que acceda de manera voluntaria a donar sangre es sometida a una serie de exámenes que le son muy útiles para conocer su estado de salud y que son totalmente confidenciales.
Estos exámenes incluyen grupo sanguíneo, factor RH y la detección de otras enfermedades que se pueden transmitir por la sangre. Además se les controla la toma de tensión arterial, el peso, los niveles de glóbulos rojos y hemoglobina.
El organismo del donante se ve beneficiado además por la renovación de las células sanguíneas. La práctica permite una mayor oxigenación de los órganos y tejidos. Las investigaciones médicas demostraron además que las personas donantes corren menor riesgo de sufrir infartos cardíacos.
Sin embargo, lo más importante es que la donación de sangre de una sola persona puede salvar hasta incluso cuatro vidas, ya que, por los avances de la medicina, el líquido es fraccionado en algunos de sus componentes (plasma, plaquetas, crioprecipitado y glóbulos rojos), para ser aplicado en diferentes pacientes de acuerdo a las necesidades de cada uno.
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